No temas equivocarte. Es parte del proceso. Equivocarse quiere decir que estás trabajando en ello. El aprendizaje se basa en poder ejecutar movimientos perfectos, hasta entonces, fallarás. Pero un buen día lo harás a la perfección. Quien no asimila el error como un proceso más del proyecto o como un hito en la programación de nuestro desarrollo profesional, nunca puede mejorar suficientemente porque teme sentir confusión y frustración.
Nos han enseñado que el error es algo malo, en lugar de algo necesario para alcanzar cotas mayores de perfeccionamiento. Pregúntale a cualquier científico si admite el fallo o si el logro no pasa irremediablemente por el intento y error para lograr el mayor descubrimiento.
“El fallo no es el punto en el que todo termina. El fallo es el escalón por el que la mayoría de los grandes resultados, necesitan pasar.”
Hay dos maneras de fallar:
Una es cuando fallas y todo se acaba. Se acaba porque tú has decidido que se acabe, no porque esté escrito en sitio alguno o porque alguien te lo diga. Es la única manera en la que un fallo se convierte en fracaso.
La otra manera de fallar es considerando el fallo como un valor. Y lo es porque te ayuda a reorientarte, reenfocarte e ir de manera más precisa y contundente hacia la consecución de tus objetivos.
A todos nos gusta acertar a la primera y sobre todo sin haber fallado. Pero ¿qué pasa si fallamos antes de la consecución? ¿es que ya no vale conseguirlo?. ¿Cuál es el objetivo, no fallar o conseguirlo?. Cuando más cerca estás ¿por qué dejarlo?
Cada vez que fallamos estamos más cerca de lo que nunca estuvimos de conseguir lo que queremos.
“El fallo no es fallo salvo que tu decidas que lo es.”
¿De qué manera te gusta fallar: fallar abandonando o fallar hacia adelante?
“El error únicamente se puede transformar en un valor después de haber fallado.”
El error no es el final del camino, se produce andando el camino.