En los últimos años, la creación de una visión se ha convertido en un concepto de cierta actualidad. Las empresas han comenzado a comprender y darle la importancia que tiene.
De algún modo, la visión nos viene a recordarnos dónde queremos ir de manera clara y resumida. Es la estrella polar que guía a una empresa. El simple hecho de crearla nos hace plantearnos cosas que no habíamos hecho con anterioridad, a la vez que ganamos mayor consciencia de nuestro negocio.
Sin duda, la más efectiva de las direcciones de una compañía nace de la visión. Y esta posteriormente es trasmitida, aceptada y vivida. La visión se muestra como un elemento vital para hacer que todo aquello que queremos, suceda como nos gustaría. La pregunta es ¿es suficiente con haber creado una visión para hacerla realidad? O dicho de otro modo ¿sabes que no es suficiente?
Muchas empresas se deciden a crear su propia visión esperando a que esta produzca un efecto mágico. ¿sabes que es lo más llamativo? Que crear una visión, por si misma, no tiene nada de mágico. En realidad, es cuestión de un día, de una semana o de un mes para tener una bonita visión. Prácticamente cualquiera puede hacerlo. Sin embargo, lo difícil no se acaba ahí.
Lo difícil no es construir una visión, sino mantenerse fiel a ella. Es difícil atarse a algo que sólo tu ves. Eso conlleva autoliderazgo, fe ciega, confianza, compromiso, determinación, respecto por uno mismo…
Mantenerse fiel a una visión requiere de factores de mucho coraje. Es más, cuando en algún momento perdemos un ápice de esos valores, y no somos capaces de mantenernos fieles a nuestra visión, el castillo de naipes se desploma. Entonces ¿cómo esperas que aquellos a los que lideras no sucumban ante los primeros problemas serios? Pensabas que alguien más te ayudaba a soportar el castillo, pero en ese preciso momento te das cuenta de que estabas tú sólo.
Veamos un ejemplo fácilmente entendible. La visión original de Walt Disney para el parque de Disneyland en California fue:
“un lugar donde los adultos y los niños juntos, puedan experimentar algunas de las maravillas de la vida, de la aventura y se sientan mejor por ello”.
No es una declaración que conlleve verdadera dificultad, ¿verdad? De hecho cualquiera la podría copiar o adaptar para su empresa. Sin embargo, conseguir esa visión, como te podrás imaginar, ha conllevado y seguirá requiriendo de un esfuerzo constante hasta niveles casi de fanatismo.
Mantenernos firmes en una visión es un acto de fe porque no hay nada material a lo que aferrarnos, porque está rodeada de incertidumbre y porque requiere de un montón de esfuerzo. Crear algo grande de la nada arranca con la creación de una visión, pero no es suficiente, es tan sólo el comienzo.
Se requiere un gran acto de fe en aquello que en ese momento es intangible. Es como enfrentarte a un papel en blanco y escribir un libro, es como tener un bloque de piedra y crear una escultura, es como tener un lienzo vacío y crear una obra de arte. No sabes cómo empezar ni que va a salir de todo eso, pero tienes una visión. Y una vez dado el primer paso, son necesarios seguir dando muchos más. Lamentablemente la visión no es suficiente. Nos da dirección sí, pero hará falta mucho más que eso para crear ese libro, esa escultura, esa obra o dar el siguiente paso en la empresa.
Del personal esperas que trabaje, pero ¿será suficiente? No. No será suficiente con trabajar. Si tu necesitas fuertes dosis de confianza en la visión que sólo ves tu, imagínate que necesitan los demás para seguir creyendo en tu visión.
Trabajar hacia lo intangible conlleva creer en lo invisible.
Ya sea al comienzo cuando creas la visión o cuando después se pierda el ímpetu, cuando no encuentras garantías, no ves un mapa claro, cuando se difumina la confianza o cuando el tiempo desdibuja la visión, mantenerse fiel a la visión, es la parte más difícil, especialmente cuando nadie más que tú la ve. La fidelidad a la visión posibilitará su materialización. Si tú no crees en aquello que sólo tú o unos pocos creéis, ¿quién esperas que lo haga?
Una visión no se alcanza en días sino en años. La empresa se enfrenta a situaciones complicadas, momento en los que los problemas hacen olvidar la mismísima visión. Pero incluso cuando vamos perdiendo la partida, es bueno recordar que sólo se pierde cuando no vemos más allá del fallo. Cuando el fallo obstaculiza la visión. Aquella visión de la que en los malos momentos nos olvidamos o la que en muchas ocasiones cuestionamos.
Podemos ser muy buenos en algunas áreas, pero si no estamos preparados para el fallo, perderemos por goleada. La visión parecerá no merecer la pena, ni tener sentido ni valor. Por eso crear una visión no es la parte complicada, la parte difícil y por tanto la clave es mantenernos fieles a esa visión. La materialización de la visión en sí, será el resultado natural de esa actitud. Cuando nos mantenemos fieles a una visión, estamos más cerca que nunca de construir una cultura empresarial que merezca la pena.
Una visión no es una idea que gestionar sino un compromiso al que liderar.
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