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No digas suerte cuando es coraje

Empate.

Se juegan los play-offs de la NBA.

Quedan 3 segundos para el final del partido.

Al frente de los Bulls, Scottie Pippen. La estrella del equipo. Uno de los mejores jugadores del momento tras la marcha de Michael Jordan.

El rival, Utah Jazz.

Los Bull recuperan la bola y Phil Jackson, otra leyenda en los banquillos, pide tiempo muerto.

20.000 almas en el estadio.

Phil explica la jugada para ganar el partido.

Toni Kukoc, uno de los mejores jugadores europeos, será el encargado del último lanzamiento.

Pippen, la gran estrella, no está de acuerdo.
– yo lanzaré, soy el mejor jugador -dice.
El entrenador repite la misma jugada.
Pippen insiste. – Seré yo quien haga el último lanzamiento.

Phil golpea la pizarra y le dice que no.
– Si no lanzó yo, no saldré al campo.

Entonces el gran líder gana su reconocimiento como tal. Se arriesga una vez más. Invoca al coraje y sienta en el banquillo a la gran estrella.

Los jugadores vuelven al campo.
Falta Pippen.
20.000 persona se preguntan qué hace el mejor jugador en el banquillo en la jugada decisiva.

Un líder no deja que un jugador destruya en 3 segundos la cultura del equipo.
Nadie esta por encima del equipo.
Pero una cosa es decirlo y otra hacerlo cuando llega el momento.
Hace falta mucho coraje.

Pero es lo oportuno. La cultura de un equipo construida en cientos de partidos no se puede poner en riesgo por un ego puntual.

La estrella es el héroe. Quien debe encestar cuando sea necesario.
Pero el entrenador es el líder. Es quien guía al equipo hacia la victoria.

Kukoc encesta y los Bulls ganan el partido.

No digas suerte cuando es coraje.

Phil, no sabía si ganarían. No tenía la respuesta, como ningún líder tiene todas las respuestas.
Pero toman las decisiones.
Y para tomar la mejor, a veces hace falta mucho coraje.
Así se construye un líder de leyenda.
Un líder esculpido a golpes de coraje.

No digas suerte cuando es coraje.

Muchas veces me gustaría tener más suerte, cuando lo que de verdad necesito es coraje.

Quizá tu tampoco necesites suerte. Quizá también necesites coraje.

 

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