Siempre estamos a tan sólo unos centímetros de un devenir completamente diferente.
Al acabar la guerra, el abuelo Emilio envió a su nieto mayor Carlos a vender un antiguo reloj con el que apaciguar el hambre de su familia.
Fue al relojero de la ciudad. Pero las 20 monedas que éste le ofreció no aliviarían por mucho tiempo la hambruna del clan.
Visitó al médico por ser la persona de mayor nivel adquisición que conocía. La oferta fue mayor, 50 monedas, pero insuficiente.
Finalmente y sin saber por qué se dirigió al nuevo museo que estaba promocionando el gobierno en la ciudad. Resultó ser una pieza única. Percibió 1.200 monedas.
El relojero necesitaba garantizarse un margen para poder venderlo. El médico lo compraría como capricho, pero tenía un límite. El museo valoró la exclusividad de la pieza. El valor siempre es relativo. Depende de quién lo valore.
Mismo reloj, tres valoraciones muy distintas.
Lo importante
Los profesionales son como Carlos. Buscan las empresas donde se sientan más valorados.
Y aquí está lo importante.
No van para estar bien sin más. Eso sería tan aburrido como vivir en el Edén.
Van a las organizaciones con culturas que les permitan desarrollarse profesionalmente. Para rendir más. Para hacer más. Para sentir más. Para realizarse más. Para impactar más… El impacto personal importa cada vez más.
Al igual que Carlos, todos los profesionales poseen un valioso reloj. La diferencia está en a quién se lo venden. A veces se lo vendemos al relojero, otras al médico. Pero nuestro sueño es hacerlo a ese gran museo al que darle nuestro mayor valor.
Es un principio regido por la ley del equilibrio. Para que funcione, dar y recibir deben estar en igualdad.
Un mismo profesional, tres valoraciones muy distintas.
Pero aún hay más
Gracias al mayor valor que obtuvo Carlos, no sólo permitió a la familia comer durante bastante tiempo. Les sirvió de impulso para montar un negocio de alimentación. Se esforzaron en aprovechar la oportunidad. Y eso les cambio la vida para siempre.
Una empresa que valore a sus empleados produce el mismo efecto. Sus empleados aprovechan la oportunidad y lo agradecen esforzándose más. Entonces se abre la puerta al impacto personal.
Siempre estamos a tan sólo unos centímetros de un devenir completamente diferente.
Cuando vendemos nuestro reloj al relojero, el efecto dura hasta que se acaban las 20 monedas. Si es al médico durará un poco más. Pero cuando la vendemos en el lugar adecuado, tenemos la posibilidad de desarrollarnos. Entonces podemos apostar por nosotros mismos. Arriesgarnos. Rendir más. Involucrarnos más. Comprometernos.
Quien produce la valoración adecuada libera el verdadero potencial de los profesionales.
El valor que recibe el profesional, influye directamente en sus resultados.
Empresario ¿qué valor le pones a tus empleados?
Empleado ¿a quién le venderías tu reloj?
Nota: Como habrás advertido, esta lección no sólo es aplicable a la relación empresa-empleado. También lo es a tu crecimiento personal. Cuando recibas una valoración negativa, no le des demasiado valor. Al fin y al cabo, el valor es relativo. Depende de quien lo haga y seguro que hay alguien que te puede valorar mucho más. Siempre y en algún lugar hay un museo 😉 … sólo que quizá aún no lo hayas encontrado.
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